Establecer una buena
relación es importante porque de ella dependen la
aceptación, cooperación y confianza entre terapeuta
y paciente. Por ello hemos escrito este paso a paso para establecer un buen rapport con tus pacientes:
Primeros pasos de la entrevista psicoloógica
Al comenzar la primera entrevista es necesario presentarse, dar la mano al paciente, si procede, e indicarle el sitio donde se debe sentar.
Luego, es conveniente indicarle el tiempo aproximado que durará la entrevista, así como manifestarle
la confidencialidad de lo que se va a hablar, todo ello
dentro de un clima de confianza.
A continuación, se deberá explicar al paciente el
propósito de la entrevista, sobre qué versarán las preguntas, lo que se espera de él (que sea colaborador,
diga la verdad y se ajuste a lo que se le pregunta) y, si es
el caso, la información que ya se tenga de él.
Dependiendo del paciente, se puede empezar con
el tema principal o dar un pequeño rodeo, hablando
de algo neutral unos instantes para que una vez que
se rompa el hielo, se entre en materia (Morrison,
1995).
DESARROLLO DEL RAPPORT
El rapport es el sentimiento de armonía y confianza
que debería existir entre paciente y terapeuta. Al poco
tiempo de iniciada la sesión de tratamiento, el paciente debería estar cómodo, relajado y dispuesto a hablar
libremente, proporcionando así la información necesaria. La confianza y confidencialidad que el terapeuta
empieza a desarrollar en la primera sesión puede aumentar su habilidad para manejar el curso de la terapia.
En realidad, cuanto más interés se tenga en ese factor
(rapport) es más probable que el paciente continúe en
el tratamiento. Además el rapport es un método esencial para obtener buena información.
El rapport se desarrolla de manera gradual, pero hay
ciertas conductas del terapeuta que aceleran su desarrollo, tales como una apariencia relajada, interesada y comprensiva; es probable que el paciente se sienta seguro y
cómodo (Beck et al., 1983). Asimismo, es fundamental
cuidar la expresión facial y el contacto ocular.
Puede ser adecuado desde el primer momento demostrar que nos hemos molestado en memorizar el
nombre del paciente y hacer una presentación del tipo:
“Buenas tardes, ¿usted es C?... Yo seré su terapeuta, mi
nombre es X”.
ALGUNAS SUGERENCIAS SOBRE EL PROCESO TERAPÉUTICO PARA MEJORAR LA EFICACIA DE SUS INTERVENCIONES
Lo primero que debemos saber sobre el paciente que
acude a consulta es si asiste por iniciativa/motivación
propia (por su propia voluntad), o bien, por iniciativa
de los padres, cónyuge, otros familiares o amigos, pues,
en el primer caso, tendremos un obstáculo menos que
salvar para establecer una buena interacción terapeuta-paciente (Morrison, 1995).
Puede resultar interesante saber quién es el que
realiza la petición de consulta, si el propio paciente,
si un familiar allegado o un amigo, porque, de algún
modo, puede darnos una pista acerca de la motivación
del paciente.
Otro aspecto sustancial de este primer contacto inicial es saber por qué se solicita la consulta (o cuál es el
motivo de consulta) y, en algunos casos, qué pretende
conseguir el paciente, ya que, en otros, será evidente.
Lo ideal es recabar los datos a través de distintas
fuentes para contrastarlos, pero en la situación clínica
esto no siempre es posible.
También, debemos explicar al paciente que acude a
consulta en qué consiste la terapia, qué es lo que se le
va a hacer y, sobre todo, qué es lo que tiene que hacer.
Este último aspecto es importante, pues a algunos pacientes acostumbrados a otros modelos les sorprende
tener que adoptar una actitud activa en el tratamiento.
Finalizaremos la primera sesión, si es posible, informándole al paciente una estimación del tiempo que la
terapia durará.
LA TOMA DE ANOTACIONES
Al ser difícil recordar toda la información suministrada por el paciente, es necesario tomar notas. Debemos
advertir al paciente que deseamos tomar notas durante
la sesión. Si, de manera excepcional, algún paciente no
quiere, se intentará explicarle que algunas notas son
necesarias para darle sentido a la información. Si insis
te, deberemos dejarlo.
La toma de notas deberá ser mínima, lo cual le permitirá al terapeuta observar a su paciente. Asimismo, se
debe señalar que, tanto para la primera como para las
restantes sesiones, puede ser de mucha ayuda emplear
medios audiovisuales, como el magnetófono y el video.
Si se decide grabar la sesión, el paciente deberá dar su
consentimiento y deberá explicársele el propósito educacional. En algunos casos, ello puede ser de mucha
utilidad para el tratamiento.
LAS PRIMERAS PREGUNTAS
El pensamiento central de la persona apegada afectivamente y con baja
tolerancia al sufrimiento, se expresa así:
Para una mayor efectividad de la primera entrevista, se
deberían formular preguntas tanto directivas como no
directivas. Al inicio de la entrevista, las preguntas deberían ser no directivas. Esto ayuda a establecer el rapport
y a conocer qué clase de problemas y sentimientos están en la mente del paciente (Morrison, 1995).
No obstante, la primera pregunta de la entrevista
será específica. El paciente sabrá exactamente sobre lo
que se le pregunta. Se referirá a la queja principal por
la cual busca ayuda: “Dime la razón o el problema que
te trae por aquí”.
La queja principal es importante por dos razones:
a) Porque suele ser el problema principal que existe en la mente del paciente e indica el área a explorar en primer lugar.
b) Por el contrario, algunas veces, la queja principal es una negación de algo que le afecta y hace una valoración incorrecta sobre ello. Quejas de este tipo indican patologías serias o resistencias que requieren un trato especial. Un ejemplo de este tipo de quejas: “Hay una equivocación conmigo. Yo estoy aquí porque el juez lo ordenó”.
a) Porque suele ser el problema principal que existe en la mente del paciente e indica el área a explorar en primer lugar.
b) Por el contrario, algunas veces, la queja principal es una negación de algo que le afecta y hace una valoración incorrecta sobre ello. Quejas de este tipo indican patologías serias o resistencias que requieren un trato especial. Un ejemplo de este tipo de quejas: “Hay una equivocación conmigo. Yo estoy aquí porque el juez lo ordenó”.
En términos generales, podemos decir que, como no
todos los pacientes expresan su queja principal de forma
precisa, los terapeutas deberíamos estar preparados para
tal eventualidad y, en cualquier caso, la queja declarada
puede ser sólo un “billete de admisión” al tratamiento.
Se deben escribir las quejas con las palabras exactas
del paciente, para poder contrastar, más tarde, con lo
que el terapeuta considera que es el motivo real del
paciente para buscar ayuda.
Después de esta queja principal, debe dársele la
oportunidad al paciente de hablar con libertad sobre las
razones por las que busca tratamiento. Este momento
de la entrevista será “discurso libre” para distinguirlo
del formato anterior de la entrevista que será tipo pregunta y respuesta. Este periodo abarcará aproximadamente 10 minutos de la hora que durará la entrevista
(Morrison, 1995).
La mayoría de los pacientes responden rápido y en
forma adecuada ante la petición de que hablen de sus
problemas. En caso de que un determinado paciente
no sea capaz de expresar una narración de modo apropiado (retrasado mental, psicótico), entonces hay que
cambiar la estrategia y hacer mucho más estructurada
la entrevista en este punto.
Si el paciente es poco comunicativo, es mejor tener
una buena entrevista estructurada/directiva a nuestra
disposición, para evitar ponerlo en una situación incómoda, facilitándole, en la medida de lo posible, la comunicación. Si el paciente es tímido, podemos empezar mejor
con un tipo de entrevista menos directiva, que potencie
su comodidad, pero no siendo muy estrictos al seguir la
entrevista ya que, si en un momento de ésta, el paciente
empieza a abrirse, podemos decidir pasar a una entrevista
más directiva.
El terapeuta debe tener cuidado al manejar las entrevistas sean o no directivas (Rojí, 1986), pues, en el
primer caso, el paciente puede sentirse en un interrogatorio y, en el segundo, la conversación puede derivar
hacia temas triviales.
Por lo comentado anteriormente, es indispensable
que el terapeuta recopile los datos de una manera lógica
y estructurada. Si empieza a hacer preguntas aisladas sin
seguir un desarrollo lógico, el paciente puede percibir al
terapeuta como poco experimentado (Goldstein, 1987),
por lo menos en lo referente al tema de consulta, y además, pueden dejarse datos relevantes sin cubrir.
El terapeuta debe dejar a un lado la curiosidad y
centrarse en las preguntas más trascendentes para el
tema en cuestión, pues en algún momento, puede resultar atractivo indagar otro tipo de información.
Antes de seguir con la entrevista, se debería preguntar al paciente si existen otros problemas distintos a los
que ya ha mencionado. De este modo, se disminuirá el
riesgo de pasar por alto áreas de problemas vitales.
En este momento, el terapeuta debe resumir al paciente lo que éste ha expresado para demostrarle que
ha sido comprendido.
Y de esta forma estarás concluyendo la primera sesión, recuerda siempre manejarla según tu propia forma de ser, sé espontaneo en cada momento, aprovecha tus habilidades sociales y, por favor, no estés nervioso.
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